Se
llama Francisco. Con mas de 40 años, ha tenido por hogar la calle la mitad de
ellos. Su día comienza cada mañana bajo los soportales de la Calle Imagen,
donde duerme, procurando no molestar a ningún comercio, porque como el dice, no quiere darle mala imagen. Antes de que
muchos de nosotros salgamos a nuestros trabajos, Francisco ya está cogiendo su
mochila y su disfraz de payaso para dirigirse a su puesto.
Lleva
casi 10 años disfrazando con una sonrisa su pequeño lugar de trabajo entre dos
columnas en la calle Laraña, entre la facultad de Bellas Artes y la Iglesia de
la Anunciación. Seguro que cualquiera de los tenemos por habitual ese camino
nos ha dedicado alguna vez unos buenos días, una sonrisa o simplemente un buen
gesto al pasar. Es posible que algunos incluso, si lo conocéis os hayáis
preguntado que historia hay tras su nariz roja y su chaleco amarillo.
En
un tiempo en el que no existían las redes sociales, y los desahucios no
resonaban en la sociedad con el eco de hoy, su historia es una más de esas caída
en el olvido. Al fallecer su madre hace mas de dos décadas y quedarse sin
recursos, se vió obligado a vivir en la calle. "Caer en la calle es lo más
fácil, pero salir es lo más difícil", me dice. Y hasta el día de hoy.
Algunos meses ha podido dormir bajo techo alquilándose un cuarto con agua y una
bombilla colgada del techo por 200 € al mes, pero se hacía tan difícil que tuvo
que volver a tener de colchón algunos cartones.
En
la solapa de su traje lleva un pin reluciente de la Hermandad de Montesión, de
la que fue hermano, y en la otra, una chapa de Ac/Dc. Antaño fue un hermano
mas...un costalero más de hasta 4 cofradías. Monserrat y el Misterio del Duelo
del Santo Entierro en Sevilla, y 2 cofradías mas de la provincia. Aún se alegra
de ver al que fuera su capataz Ramón Castro.
Francisco
es una persona que lo único que quiere es sobrevivir, una persona a la que no
le cuesta sonreír y desearnos un buen día si pasamos por su lado, una persona
que se alegra de haber dejado atrás su cabeza loca.
Francisco
es esa persona tan anónima y presente en lo cotidiano de esa calle que nos
acostumbramos a verlo ahí siempre, y que cuando no esté nos preguntamos qué
habrá sido de el, en vez de preguntarnos quién era el.